miércoles, 22 de julio de 2015

PALACIO REAL NUEVO DE MADRID (1736-1764)


PALACIO REAL  DE MADRID

 
 

OBRA/TITULO: PALACIO REAL NUEVO DE MADRID

AUTOR: JUVARRA (1678-1736)/SACCHETTI (1690-1764)
CRONOLOGÍA: 1736-1764  
LOCALIZACIÓN: C/ BAILEN S/N. MADRID.
ESTILO: ARQUITECTURA BARROCA BORBONICA 
MATERIALES UTILIZADOS: PIEDRA BLANCA Y ROSADA.


Descripción: El incendio del viejo alcázar de Madrid, en la Navidad de 1734, motivó la llegada a España de Filippo Juvarra en 1735, considerado en su etapa de madurez el mejor arquitecto del momento,  para proyectar un nuevo Palacio Real más acorde con la arquitectura de la época.

Juvarra trazo los primeros planos basándose en una concepción de grandiosidad, ya que la primera aspiración de los reyes Felipe e Isabel había sido, al encargarle el nuevo palacio, emular en extensión y grandeza el Louvre. En este primer proyecto es posible percibir las huellas del proyecto irrealizado de Bernini de 1655 para el palacio del Louvre, así como un manifiesto influjo de su Palazzo Madama en Turín, además la concepción de Juvarra era francesa, con lo que  la influencia de Versalles era  muy clara, en la idea de ciudad real y regular que reuniese: Residencia Real, Servicios de la Corte y Ministerios,  era un palacio de 1700 pies de lado, con un patio de 700 por 400 y 20 patios pequeños, 34 entradas, once de ellas en la fachada principal, 2000 columnas y un numero incalculable de estatuas.  Pero el proyecto resulto tan excesivo que asustó a los propios soberanos quienes decidieron renunciar, en cierta medida a estos excesos arquitectónicos.

Al fallecer  Juvarra a los pocos meses de haber llegado  a Madrid fue designando como su sucesor para la realización del palacio real  su discípulo, el turinés Sacchetti, quien realizo un primer proyecto completo en febrero de 1738 iniciándose las obras, tardándose 30 años en dejar el palacio habitable.

Los planos presentados por Sacchetti al rey Felipe correspondían a un palacio que debía ocupar una cuarta parte del área prevista en el primer proyecto, sobre todo por las obligadas alteraciones del terreno, pues se acordó su construcción  en el solar ocupado por el viejo alcázar, en un extremo de la ciudad sobre una cortadura del terreno, por cuyo fondo se desliza el Manzanares. Sin embargo, el italianismo del proyecto en cuanto a cuerpo compacto no se había alterado, tampoco la distribución de hileras separadas por un corredor central. El edificio se desarrolló alrededor de un gran patio central cuadrado, con cuatro torres tan solo insinuadas en las esquinas, resultando menos alargado y mucho más alto que el proyecto inicial de Juvarra,  con galerías de circulación en los cuatro lados, como en el palacio  Farnesio de Roma. Exteriormente, las fachadas tienen cada una el cuerpo central avanzado ligeramente  y otros cuerpos en los ángulos que se proyectan también algo fuera del plano de la fachada. Los pisos bajos forman como una especie de basamento sobre el que se levantan columnas de orden gigante, que abrazan los tres pisos superiores, empleándose también este orden gigante en arcos y balaustradas. Es la misma disposición prevista en el proyecto que Bernini había ideado para el Louvre, proyecto puramente italiano, y es curioso que aquel mismo proyecto que fue rechazado en Paris, fuese ejecutado en Madrid por arquitectos italianos, pero con carácter inequívocamente francés. El palacio muestra suaves efectos de bicromía, que se consiguieron con el empleo alternante de piedra blanca de Colmenar con otras rosadas procedentes de Sepúlveda.

El patio central, edificado con piedra granítica, que no se presta al adorno escultórico, es de líneas precisas, académicas. Pero Sacchetti solo conservó una parte de lo que había trazado Juvarra e introdujo muchas mejoras que vinieron a aportar amenidad al palacio.   Así en el exterior, lo mejoró dando más importancia a las terrazas, que en la fachada norte se extienden sobre el tercer piso. También mejoro en el interior la escalinata. La colocación definitiva de la real capilla, con su cúpula, en situación aneja a aquella fachada norte (solución adoptada en 1743), acabo de dar al edificio su aspecto característico, que aligera considerablemente su masa, que de otra forma habría mostrado una apariencia demasiado pesada.

El palacio nuevo se convertirá en un emblema artístico internacional. La escultura de italianos y franceses en la que colaboraron algunos españoles lo elevaron a términos suntuosos. Los bienes artísticos que se congregaron en sus aposentos enriquecieron su apariencia áulica. La pintura de sus techos confiada a Tiépolo, Mengs, Maella y  Bayeu aumentaron su valor artístico. Se convertía en el marco en el que se sintetizaban y coexistían artes europeas de diferente procedencia. Este palacio tiene un gran interés pues tuvo una función didáctica muy importante al constituirse en una autentica escuela teórica y practica en la formación de los jóvenes arquitectos españoles en las ideas procedentes de Italia y de Francia junto a artistas renombrados venidos de estos reinos, sirviendo como centro de difusión de una arquitectura que se puede considerar como barroca clasicista estructural y de formas rococó, para después, llegar a alcanzar un clasicismo bastante depurado.

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